La democratización del flujo de opiniones que ha supuesto las redes sociales es una espada de Damocles con las ventajas y desventajas de todo proceso democratizador. Por un lado, provee a cada individuo la oportunidad de hacer escuchar su voz con un alcance anteriormente reservado a un puñado de individuos en la élite política, económica o cultural de una sociedad. Por el otro, se abren las puertas a la pauperización del debate público al permitir la masificación de opiniones en ámbitos para los que se requiere cierto nivel de conocimientos para opinar con fundamentos. Opinar es un derecho. El acierto en la opinión no lo es. Ni siquiera cuando una opinión equivocada se traduce en una ley o política pública por orden democrático.

Un buen ejemplo de debate degradado lo vimos hace un par de semanas al conocerse la muerte de Teodoro Petkoff, quien además de periodista y economista, fue uno de los políticos venezolanos más relevantes en la segunda mitad del siglo XX. Esta columna no es un panegírico a la memoria de aquel hombre. Me chocan los “prendevelismos” (devociones terrenales) de todo cuño. Además, la obra y legado de una figura pública deben estar expuestos al ojo crítico. Sin embargo, sí se hará un desmontaje de las acusaciones disparatadas y delirantes lanzadas cual puñales contra Petkoff, por un pelotón de usuarios de redes sociales que se identifican como “derechistas duros”, “anticomunistas acérrimos” y “opositores radicales”. Desde esa trinchera digital, a menudo bajo el cómodo manto del anonimato, se dan a la tarea diaria de escupir improperios y descalificaciones a cuanto ser no comparta su manera de ver el mundo hasta el último milímetro. Apenas se conoció la muerte de Petkoff, hicieron de él y de todos los que celebraron su vida el blanco de su ira cibernética. El nivel de su furia solo es superado por el de su desconocimiento, ese desconocimiento aludido en el párrafo anterior, para un asunto que de paso entre venezolanos no requiere una sapiencia muy refinada. No es el espín de los quarks ni dialéctica hegeliana. Es solo un poco de historia nacional.

Para el escuadrón de “guerreros libertarios”, lo acaecido el 31 de octubre no fue más que el fallecimiento de un “guerrillero comunista asesino” y un “colaborador del régimen de Chávez”. Estos señores al parecer no tienen idea de nada de lo que pasó en la política venezolana luego de 1963. O tienen ideas bastante extrañas sobre qué es el colaboracionismo.

Avancemos desde el principio. Sí, Petkoff fue un comunista. Militó en el Partido Comunista de Venezuela y como parte de esa organización estuvo en la resistencia clandestina contra Pérez Jiménez. Así que no hay error al afirmar que Petkoff por un tiempo abrazó la ortodoxia marxista-leninista. Tampoco hay equivocación si se asevera que fue parte de un movimiento subversivo cuando el PCV se lanzó a una contienda armada contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. No obstante, es en este punto que empieza la distorsión. Petkoff no estuvo involucrado personalmente en las atrocidades de la guerrilla (asesinatos, secuestros, etc.). Los inquisidores invocaron para sustentar sus acusaciones el incidente más recordado de esos tiempos agitados: el asalto al Tren de El Encanto. Craso error. Petkoff no tuvo que ver con eso. Por confesión del cineasta, escritor y también ex guerrillero Luis Correa, más de treinta años después en entrevista al diario El Nacional, se sabe que el asalto fue planificado por una unidad táctica de combate (UTC) comandada por él y de la cual Petkoff no era miembro. En todo caso, a partir de las palabras de Correa se puede señalar a esa UTC y a las máximas autoridades del aparato militar del PCV, entre las cuales destacó Guillermo García Ponce, por estar al menos enteradas del plan.

Otro punto omitido en relatos interesados de la vida de Petkoff es que para el momento de la espectacular fuga del Cuartel San Carlos, él y otros dirigentes comunistas como Pompeyo Márquez ya llevaban tiempo reconociendo el error de alzarse en armas e instando a ponerle fin. Fue así cómo empezó la reintegración de la extrema izquierda a la vida política legal. Tal actitud les valió señalamientos furibundos por parte de Fidel Castro, el mayor promotor extranjero de la guerrilla en Venezuela. Desde La Habana, Petkoff, Márquez y demás hasta fueron acusados de ser “agentes de la CIA”.

Al poco tiempo se produjo al otro lado del Atlántico la invasión soviética para reprimir la Primavera de Praga. Petkoff denunció este hecho brutal y a partir del mismo reflexionó sobre la naturaleza de la ortodoxia marxista-leninista en el libro Checoslovaquia: El socialismo como problema. Así habrá sido el impacto de la obra que ella y su autor fueron denunciados ni más ni menos que por Leonid Brezhnev en el XXIV Congreso del Partido Comunista de la URSS. En mi opinión, haber contribuido a apartar la izquierda del extremismo armado fue el mayor legado político de Petkoff. Quién sabe si, de no haberse producido tal giro, Venezuela hubiera pasado por décadas de guerra cruenta, como en la vecina Colombia.

No pasó mucho tiempo para que Petkoff y otros dejaran el PCV para abrazar la socialdemocracia y fundar el Movimiento al Socialismo, sin duda la mayor fuerza política alternativa al bipartidismo del período democrático. Es perfectamente válido oponerse a todas las formas de izquierda, incluyendo la moderada. Pero negarle a Petkoff sus credenciales de demócrata cabal a partir de los años 70, como diputado y dos veces candidato a la presidencia, es muestra de mezquindad supina.

A los “cazadores de rojos” que alegan que Petkoff fue un comunista empedernido hasta el fin de sus días también se les olvida su papel como ministro de la Oficina de Coordinación y Planificación (Cordiplan) en el segundo gobierno de Rafael Caldera. En 1996 se concretó un plan de ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). En el marco de la Agenda Venezuela, tocó a Petkoff la implementación del plan, uno de los más liberales en la historia venezolana. Y lo hizo a pesar de la satanización del FMI y sus “planes neoliberales” por la izquierda latinoamericana, que en Venezuela se apoyaba en el recuerdo, aún fresco entonces, del Caracazo. La Agenda Venezuela se tradujo en una exitosa reducción de la inflación hasta los primeros años de la década siguiente, cuando la conducción económica del país bajo la égida de Chávez se metió por el horroroso camino que todavía hoy padecemos.

Esto nos lleva a concluir con las posiciones de Petkoff frente al chavismo. Mientras que muchos periodistas se prestaron para presentar como candidato potable al líder del primer golpe fracasado de 1992 ocho años más tarde, Petkoff lo repudió desde el principio. Cuando el MAS decidió sumarse a la campaña de Chávez, dejó el partido. Al poco tiempo, Petkoff fungía como director del diario El Mundo, pero las presiones del Gobierno a la Cadena Capriles llevaron a su remoción. Podría decirse que oponerse a Chávez le costó a Petkoff su trabajo y el partido que fundó. Sin embargo, en el año 2000 fundó Tal Cual, que con su inolvidable primer editorial (“Hola, Hugo”) se presentó al mundo como un desafío al poder abusivo en pro de la libertad de expresión. La intolerancia oficial a la crítica ha producido varios intentos por callar este medio, que en la actualidad mantiene su actitud retadora.

El ocaso en la vida política de Petkoff fue su esfuerzo por lograr un cambio de gobierno por la vía democrática y constitucional, plasmado en su precandidatura para las elecciones presidenciales de 2006. Según la brigada de “opositores verdaderos”, este papel confirma que Petkoff fue un “colaborador del chavismo, que contribuyó a legitimar el régimen ante los ojos del mundo jugando a las elecciones”. Esta versión de los hechos no solamente ignora las diferencias entre el grado de poder acumulado por el chavismo entonces y el que posee hoy, así como las percepciones generalizadas del problema dentro y fuera de Venezuela. También asume, sin rastro de prueba, que Petkoff recibió algún tipo de beneficio gubernamental por sus acciones. Después de todo, eso es lo que colaboracionistas como Philippe Pétain obtienen a cambio de colaborar. Si se puede criticar por algo a Petkoff en este ámbito, es haber subestimado al chavismo. Más nada.

Toda esta degradación digital de la historia, del debate público en general, debe ser respondida. A mi juicio, lo más conveniente es combatir fuego con fuego, no en la adopción de una retórica grosera y primitiva, sino en el uso de las redes sociales para difundir el conocimiento del pasado y demás ciencias sociales. Son tiempos peligrosos para el debate civilizado de ideas y cada individuo puede hacer su aporte para fortalecerlo. Ese es uno de los mayores potenciales de las redes.

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