SAUL HERNÁNDEZ ROSALES – Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos (Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador) Actualmente es visiting Scholar en Columbia University.

Daniel Noboa es el nuevo presidente de Ecuador. Hijo del sempiterno candidato multimillonario, realizó sus estudios en NYU, Harvard y Georgetown y va a cumplir 36 años. Su única experiencia política ha sido la de ser jefe de campaña de su padre y en los últimos años, la de ocupar un curul en el parlamento. Cumple con todas las características del outsider: no presenta una ideología clara, no tiene experiencia militando en partidos políticos y no se le asocia con ninguna gestión previa.

Como con Pedro Castillo en Perú (que ahora está en prisión) o Gabriel Boric en Chile, en Ecuador, la mayoría del país ha optado por un líder que no tienen ningún tipo de experiencia en la gestión local, regional o nacional. De hecho, muy probablemente, su ventaja comparativa con respecto a los otros candidatos ha sido precisamente esa. Al parecer, ha surgido un nuevo electorado que considera que, para gobernar un país, no hace falta tener experiencia. Es difícil imaginar que se pueda usar el mismo criterio en cualquier otro espacio de la vida social. Sobre todo, ahora, que el mercado laboral es cada vez más tecnificado.

La política como mala palabra

El próximo 22 de octubre en Argentina hay elecciones presidenciales y Javier Milei aparece como el favorito para ganar la elección. Se espera que el oficialismo con Sergio Massa sea su contrincante en segunda vuelta. Pero si gana en primera vuelta, se estaría formalizando una nueva configuración en América del Sur, en la que posiblemente Ecuador, Chile, Perú y Argentina, serían gobernados por presidentes sin ningún tipo de experiencia previa en la gestión del Estado.

Esta coincidencia deja entrever la aparición de un nuevo electorado que considera el ejercicio de la política como algo nocivo y en lugar de experiencia, les pide el certificado de pulcritud a sus líderes. La inexperiencia se convierte en este caso en una virtud y no como ocurre en cualquier oficio, una desventaja. Como la política esta asociada a los antivalores, el no haber hecho política nunca, aparentemente te aleja de la corrupción y la pereza, como si lejos de la política solo se cultiva el trabajo honrado.

El voto desfragmentado

Hay un sector de la población que creció en los márgenes de la antigua institucionalidad y fue creando otra. Dicho de otro modo, que, en lugar de ir a buscar las noticias en la emisión nocturna de la televisión, creció enterándose en tiempo real con el streaming desde el celular, o que, en lugar de buscar al profesor en el instituto para resolver una duda, busca el tutorial en Youtube. Este es un nuevo electorado, al que la ola progresista que hablaba de patria, soberanía e imperialismo, le parece vetusto. En blanco y negro.

Pero esta dinámica engendra un problema, que, así como el vínculo con la información y el conocimiento está al alcance de la mano, la mediación necesaria para corroborar la veracidad de la información está totalmente erosionada. Esa mediación es epistemológica[1] pero también política. Esa mediación es necesaria para construir saber, pero también para vivir en democracia. Los parlamentos, los partidos políticos y los sindicatos, son espacios de representación para la creación de acuerdos. Sin estas instituciones como mediaciones, el ser humano queda a expensas de la violencia, los conflictos y las contradicciones que son constitutivos de su condición. La política no es una mala palabra. Es la palabra más importante para la convivencia civilizada. De hecho, es la palabra que estuvo ausente en Ucrania y ahora ausente en Gaza.  


[1] Teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. https://dej-enclave2.rae.es/lema/epistemolog%C3%ADa

Publicado en: https://saulhernndezrosales.substack.com/p/se-solicita-inexperiencia-para-el