Saul Hernández RosalesDoctor en Estudios Culturales Latinoamericanos (Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador) Actualmente es visiting Scholar en Columbia University.

Si el peronismo, era un animal mitológico como dijo Pepe Mujica, el fenómeno Milei pertenece a un ciclo histórico. La diferencia entre el mito y la historia es que una obedece a una estructura simbólica atemporal y la otra cambia permanentemente con los acontecimientos. Este ciclo histórico al que se suscribe Milei se inició para algunos con Fujimori en 1990 y para otros con Donald Trump en 2017. Cualquiera que sea el punto de partida, la amenaza a las instituciones democráticas de un outsider con tintes mesiánicos es latente, venga de un revolucionario como Hugo Chávez o de un conservador como Nayib Bukele.

Sergio Massa se instaló en la memoria peronista para llevar a cabo su campaña. Prometió reindustrializar un país sin industria, derechos laborales en un país con 43% de economía desregularizada y la fe en las políticas públicas de un Estado argentino que generó en los últimos años, la catástrofe de que el 56% de la infancia se encuentre bajo la línea de la pobreza (cifras oficiales del INDEC[1]). El mito tiene como característica fundamental que es ahistórico, no importa lo que ocurra en la realidad, este sistema narrativo de símbolos siempre tendrá vigencia. El peronismo asumió que la memoria colectiva, activaría en la estructura mítica de los argentinos la resistencia al discurso de Milei. No fue así. El descontento con la historia de los últimos 20 años (de los cuales el peronismo gobernó 16) finalmente se impuso a la memoria de Perón, Evita y el “Estado presente”. El mito, permite la vigencia de la memoria por encima de la historia. El mito, intenta sacarnos del presentismo en el que vivimos restituyendo viejas hazañas. Esa fue la apuesta de Massa, pero la patética realidad actual, la trágica materialidad del presente lo derrotó. La realidad domó al animal mitológico.

Adiós, muchachos

El Partido Justicialista era el único partido poli-clasista que quedaba vigente en América Latina. El PRI en México, el APRA en Perú, Acción Democrática en Venezuela ya no existen (como expresión mayoritaria). El 44% de Massa no es exclusivamente peronista, también allí está un voto anti-Milei que incluye a la izquierda y a sectores opositores moderados. Parece más lógico pensar que el voto duro peronista, se expresó en el 37% de la primera vuelta. Es difícil de creer, que una organización que representó durante tanto tiempo a millones de argentinos llegue a su fin, pero si se mira la región, también era difícil para los mexicanos creer que el PRI dejaría de gobernar México alguna vez. Es justamente cuando la historia supera al mito, que estos partidos fundadores de las democracias y de los proyectos nacionales, se desvanecen en el aire. Nadie duda de que serán reemplazados por “nuevas canciones” como diría el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Por ahora, toca emprender la retirada.

El consenso absoluto de que el candidato peronista fue el ganador del debate terminó por reflejar la escena histórica actual. No solo que la “victoria” no le sumó nada al resultado final, todo lo contrario. Le corroboró al público que era un político de carrera, profesional y que, por ende, integraba la “casta”. Agredió a Milei develando que fracasó en una pasantía estudiantil en el Estado, y le enrostró, que desconocía el funcionamiento de la administración pública. La mayoría de los argentinos empatizó con Milei. Perdiendo el debate, ganó simpatía y consideración. Se pusieron del lado del inexperto. Como con Hugo Chávez en su momento o con el actual presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, la inexperiencia fue una virtud.   

Milei no es Trump

Por último, Javier Milei es una singularidad argentina (esta vez, sí, es cierto). Es ineludible que comparte con Hugo Chávez o Bolsonaro, la transgresión a las normas y la autorización de la violencia verbal (¿y física?) contra el que piensa distinto. Comparte con Trump la representación de las masculinidades desorientadas y frustradas por el fin de sus privilegios tradicionales, gracias a la intensa lucha de las mujeres por sus derechos; y la representación de los obreros sindicalizados pero precarizados que perdieron la esperanza de vivir la movilidad social ascendente.  Sin embargo, no es millonario ni antiinmigrante y a diferencia del expresidente norteamericano, no defiende la reindustrialización de su país porque no es nacionalista, todo lo contrario, creen en el libre mercado. De hecho, el día posterior a su elección, las empresas argentinas en Wall Street subieron un 42%.

Javier Milei se declara anarcocapitalista. Esta es una secta, surgida de la economía austriaca que considera al mercado un ordenador casi místico (teológico) de la sociedad, por eso pudo justificar teóricamente el mercado de órganos y la venta de niños. Su proyecto es impracticable bajo el sistema institucional argentino actual. Si es un cínico, dirá “quise, pero no pude” y se irá dejando escombros como Trump o Bolsonaro.  Ahora bien, si estamos frente a un fanático con rasgos paranoides, que tiene como único anclaje en la realidad sus libros de Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Murray Rothbard, va a intentar imponer un mesianismo neoliberal y será capaz de dar la vida por su revolución plebeya. Esto es peligroso para Argentina, pero también para su propia integridad física. Leopoldo María Panero decía “el loco yerra, pero no miente”.

[1] https://www.infobae.com/economia/2023/09/27/el-dato-que-mas-duele-el-562-de-los-chicos-de-hasta-14-anos-es-pobre-y-el-136-es-indigente/

Publicado en: https://saulhernndezrosales.substack.com/p/milei-entre-la-historia-y-el-mito