En el año 2010, el profesor de la Harvard Law School, Roberto Mangabeira Unger publicó su libro La alternativa de la izquierda, en un intento por plantear un nuevo paradigma político por parte de los progresistas, ante el peligro que significaba el surgimiento de populismos y nacionalismo en gran parte del hemisferio occidental.

Ocho años más tarde, el tiempo le dio la razón a Mangabeira. El populismo está en el corazón de Europa con su ejemplo más reciente en Italia, a través del Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte. En Estados Unidos, Donald Trump se convirtió en la personificación anglosajona de un populismo nacionalista.

El caso en nuestra región es más particular. América Latina padece la enfermedad de los populismos desde hace más de 80 años. Sin embargo, en los últimos 30 años se posicionó un nuevo grupo, mucho más radical en sus planteamientos y acciones. No hay que negar, que hubo una época de oro de estos populistas. Las figuras de Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Lula Da Silva sumaron éxitos trascendentales a nivel nacional e internacional, en función de sus objetivos y propagandas.

Pero ese panorama de la primera década del siglo XXI, ya cambió. Hoy los gobiernos populistas van en franco deterioro. Nicaragua, Bolivia y especialmente Venezuela, se alejan cada vez más de la institucionalidad democrática. La represión y la violación a los Derechos Humanos, se está volviendo cotidiana en estas naciones. Así como las crisis económicas.

En los países de América Latina donde el populismo está dando señales de agotamiento. La reacción natural en la ciudadanía, se basa en un viraje hacia propuestas opuestas a nivel político. Sin embargo ¿Qué es lo opuesto al populismo para la gente? Si lo medimos a nivel global, no se trata de algo ideológico. Andrés Manuel López Obrador en México y Marine Le Pen en Francia están lejos de compartir las mismas ideas. No obstante, la metodología es la misma; así como el resultado: una polarización de sus sociedades, a través de sus no convencionales prácticas.

Para mí, contrario a la postura de Axel Kaiser y Gloria Álvarez en El engaño populista publicado en el año 2016, el populismo no es una cosa de izquierda o derecha; sino que va más allá de esta división bicromática de la política. Se trata de una práctica, que atenta con llevar a las sociedades hacia un ciclo de atraso, pobreza y guerra.

Si aceptamos esta postura que expreso como cierta. También viene otro cuestionamiento. Si el populismo no es algo ideológico principalmente ¿Por qué se vincula a la izquierda con el populismo en América Latina? Ciertamente, los antecedentes de los gobiernos populistas que conformaron el Foro de São Paulo es un factor. El posicionamiento de plataformas políticas y académicas contrarias al Socialismo del Siglo XXI desde el prisma ideológico, también es un factor determinante.

Pero, creo que existe otro elemento que contribuye con esta percepción. Se trata del silencio por parte del resto de la propia izquierda, ese grupo que no comulga necesariamente con la vertiente socialista que promueve Venezuela y Cuba. No sé si se trata de un silencio cómplice o basado en la ignorancia. Solo sé que aquellos líderes políticos de una izquierda democrática, se hacen un flaco favor guardando silencio.

Desde Europa hasta Argentina y Chile, todavía existen políticos de izquierda que guardan silencio ante las graves violaciones de los Derechos Humanos en Nicaragua, Bolivia y Venezuela; y los hechos de corrupción en Brasil. De forma irónica, esos mismos líderes luego cuestionan públicamente por qué sus plataformas políticas no crecen o por qué las nuevas generaciones no sienten atracción hacia esos partidos políticos “progresistas”.

Como joven que comulga con la idea de una izquierda liberal. Me parece que el problema de estos grupos o líderes está en la falta de coherencia política. No se puede seguir negando la realidad. Se debe aceptar con humildad, que existen planteamientos ideológicos que fracasaron. Existen gobiernos que llevaron la pobreza y la enfermedad a sus pueblos como está haciendo el chavismo y el sandinismo. Un grupo político responsable aceptaría estos hechos concretos de forma proactiva; tratando de formular nuevas alternativas en un marco ideológico más adoptado a esta época.

Quizás desde los sectores más conservadores de América Latina, se cuestionará la posibilidad que esto suceda. Pero en otras latitudes, ya está ocurriendo. El presidente de Francia Emmanuel Macron es el resultado de una renovación de la izquierda política con corte liberal, que lamentablemente no encontró apertura en el tradicional Partido Socialista francés. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, representa la renovación del Partido Liberal canadiense, que tradicionalmente posee un corte más progresista.

Si nos devolvemos a nuestra región, cabe la pregunta ¿Esta izquierda liberal, ya está en América Latina? Ciertamente, no es algo fácil de responder. Sin embargo, creo que existen indicios. El reciente excandidato presidencial de Colombia, Sergio Fajardo Valderrama representaba el liderazgo de una izquierda liberal con propuestas basadas en la educación y la innovación. Lastimosamente, el populismo del uribismo y el discurso también populista de Gustavo Petro, eliminaron esa posibilidad. Además de polarizar al país cafetero.

En Venezuela, el partido Voluntad Popular liderado por Leopoldo López parecer transitar por esa vía. Aunque, en un contexto dictatorial el proceso de madurez será más lento, ya que existen problemas más urgentes.

En el caso de Chile, cuyo contexto de desarrollo puede brindar una visión anticipada para el resto de la región. También presenta esa falta de maduración. Iniciativas como el Frente Amplio o Revolución Democrática aún no definen con claridad ideológica, bajo qué espectro de la izquierda transitarán sus propuestas políticas.

A pesar de eso, en el caso de Chile, si existe alguien, que así no lo mencione directamente, se encuentra trabajando bajo un paradigma de izquierda liberal. Se trata del expresidente Ricardo Lagos, quien a través de su fundación, Democracia y Desarrollo está impulsando el desarrollo de inversiones de impacto social en su país, en alianza con el Global Social Impact Investment Steering Group. Una forma innovadora de plantear la economía de mercado al servicio de las necesidades de la ciudadanía.
Además de estas iniciativas, existen nuevos Think Tanks que, si bien no manifiestan una preferencia ideológica en particular, se pueden aprovechar como plataformas de formación para esa izquierda liberal del futuro. Organizaciones como Asuntos del Sur, Ciudadano Inteligente o Fundar en México son algunas de esas plataformas.

Sin embargo, eso no es suficiente, los Think Tanks más tradicionales como la Fundación Friedrich Ebert o Fundación Konrad Adenauer deben empezar a debatir sobre la renovación y la posibilidad de construir una izquierda liberal. Para ello, también otros Think Tanks de América Latina como Cedice Libertad en Venezuela; Instituto Político para la Libertad en Perú; Fundación Democracia y Desarrollo en Ecuador; y Fundación Para el Progreso en Chile deben conversar sobre la posibilidad de construir una nueva izquierda sin prejuicios o revanchismos.

Si no se invierte en la formación de una izquierda liberal con claros valores democráticos, la posibilidad de volver a tener un ciclo de populismo en América Latina será mayor. No solo porque aún en países como Venezuela y Cuba, existe una ideología trasnochada, que con patadas de ahogado intenta promover su paradigma; sino también porque ese grupo político que se identifica como de derecha, si no tiene un contrapeso coherente y capaz, corre el peligro de caer en un comportamiento populista, ante un uso del poder político de forma hegemónica.

Como venezolano, que humildemente le apasiona la política y quiere contribuir en la reconstrucción de la democracia venezolana. Estas palabras son un llamado de atención, para las nuevas generaciones que pueden comulgar con un pensamiento de izquierda y liberal.

Llegó la hora de leer a Mangabeira y a Fajardo; así como de repasar los textos de John Stuart Mill. Vamos a conocer que está haciendo Open Society y Obama Foundation en otras regiones del planeta. Llevemos la libertad a otro nivel de forma colaborativa, innovadora e inclusiva. Sí se puede.

Imagen: El Nuevo Siglo