Saul Hernández Rosales – Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos (Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador) Actualmente es visiting Scholar en Columbia University.

Guatemala vivió meses en vilo y 9 horas de retraso durante la investidura presidencial del 14 de enero pasado. Probablemente sea un caso inédito en la historia del continente, porque, aunque en 2021 el Fujimorismo intentó anular la elección de Pedro Castillo, el día 28 de julio pudo asumir la presidencia del Perú sin sobresaltos.  

También es inédito el perfil del actual presidente guatemalteco. Diplomático y ex funcionario de organismos multilaterales. El actual mandatario es un político de oficio que cuida las formas y las buenas maneras, en un continente repleto de transgresores libertarios y/o bolivarianos. El hijo del expresidente Juan José Arévalo (1945-1951) promete luchar contra la corrupción y la pobreza desde una perspectiva socialdemócrata.

A pesar de que la fiscalía y algunos grupos de poder intentaron con distintas argucias legales inhabilitar al movimiento y a sus líderes, finalmente, Samuel Pérez, el joven miembro de Semilla, será el presidente del congreso. No queda claro si esto será definitivo para otorgarle gobernabilidad a Arévalo, que solo cuenta con 23 diputados de 160 curules. De hecho, en octubre, el congreso de la República deberá renovar la Corte Suprema, lo que representará el primer hito para la reinstitucionalización del país. Como en otros países de la región, el gran desafío de Guatemala es consolidar los pesos y contrapesos que constituyan las bases del sistema democrático.

Los pueblos indígenas

Durante más de 100 días, los pueblos indígenas de Guatemala se lanzaron a las calles a defender un sistema democrático de los que no han sido sus principales benefactores. Aunque la victoria de Arévalo no contó solo con el apoyo de los pueblos indígenas, el propio presidente guatemalteco reconoció que su juramentación fue gracias “al liderazgo ancestral” y reconoció que es “consciente de las deudas históricas”[1] que tienen con ellos. La defensa de la voluntad popular que hicieron fue clave para sostener la elección de Arévalo, tomando en consideración que los pueblos indígenas representan el 44%[2] del país.

La comunidad internacional

La doble vara con la que se medía la política latinoamericana, en la que se condenaba el fraude de Juan Orlando Hernández en Honduras y se ignoraba el de Nicolás Maduro (o viceversa) de acuerdo con la perspectiva ideológica, no tuvo vigencia en Guatemala. La OEA, los Estados Unidos y la Unión Europea, se pronunciaron rápidamente para denunciar el intento de golpe de Estado que fiscales y jueces pergeñaban.

Declaraciones de todos los extremos del espectro ideológico iberoamericano, desde los expresidentes del Grupo Idea (Álvaro Uribe, Sebastián Piñera y José María Aznar, entre otros)[3] hasta los miembros del Grupo de Puebla (entre los que se encuentran José Ignacio Lula Da Silva, Jorge Rodríguez, Irene Montero y Manuel Zelaya) condenaron el intento de golpe en Guatemala y apoyaron al presidente Arévalo.[4] Este consenso democrático que parecía perdido con los titubeos de la izquierda para condenar las dictaduras de Ortega y Maduro; se restituye en Guatemala y da esperanzas para un 2024 con varias elecciones en el hemisferio.


[1] https://www.sandiegouniontribune.com/en-espanol/noticias/story/2024-01-13/guatemala-se-apresta-a-uno-de-los-cambios-de-gobierno-mas-atropellados-de-su-historia

[2] https://www.iwgia.org/es/guatemala/5092-mi-2023-guatemala.html

[3] https://static1.squarespace.com/static/5526d0eee4b040480263ea62/t/655924fda7b7cf555d677541/1700340989754/IDEA+GUATEMALA+2023.pdf

[4] https://www.grupodepuebla.org/el-grupo-de-puebla-propone-la-aplicacion-de-la-clausula-democratica-de-la-oea-en-guatemala/

Publicado en: https://saulhernndezrosales.substack.com/p/faire-barrage-a-la-migracion