En Venezuela, desde un plano puramente ideal, la Constitución Nacional es la formalización de una visión compartida de país. A ella apelan todos los sectores sociales y políticos y cada sector acusa al otro de violentarla y violarla. Así que en la práctica real, no tenemos una visión compartida de país y, en las circunstancias actuales, difícilmente la tendremos. Coexisten en permanente tensión, conflicto y violencia dos visiones de país que, a grosso modo, podemos calificar de demo liberal, que cree en la alternancia, división y autonomía de los poderes, y la revolucionaria popular, “participativa y protagónica”, a la que subyace la noción de “democracia deliberativa”, radical, popular, neomarxista, recelosa de la Constitución Nacional vigente, visión que contiene en su esencia la confrontación y conflictividad excluyente, que hoy es poder, que no está dispuesta a ceder.

Debe quedar claro que estamos en presencia de dos propuestas, visiones de Estado y Sociedad, contrapuestas, de muy difícil conciliación; que hoy gobiernan, aferrados al poder, los que históricamente han ilegitimado la democracia liberal “burguesa” representativa; que conspiraron, perturbaron, alzaron en armas, hasta hacerse del poder por la vía electoral, luego de la crisis profunda de representatividad de los partidos tradicionales. Su visión es la de reducir, por las buenas o por las malas, los espacios de poder institucionales de las agrupaciones demo liberales e impedir su acceso a la dirección de la sociedad. No creen ni en la alternancia, ni en la separación e independencia de los poderes.

Ahora, dado lo anterior, en el discurso político público, la visión compartida de Estado no es un tema de debate. Hoy el tema para las oposiciones es el de la transición hacia un cambio de gobierno, por elecciones, renuncia del presidente, y para otros, de cambio del gobierno, pidiéndole apertura para negociar y enfrentar con el país nacional la crisis. La “transición” en sus diferentes perspectivas, es asunto de la teoría política y de algunas oposiciones, pero no del gobierno, que no muestra signo alguno de distensión ni hacia la oposición nacional ni hacia los opositores internacionales; en el horizonte puede que siga presente y se reanime el tema del no reconocimiento del gobierno surgido del proceso del 20 de mayo, ahora algo asordinado. Mientras, el gobierno sigue resistiendo las presiones.

Ante ese cuadro, ¿qué deberíamos tener en la mira? Aunque suene muy general, la necesaria reconstitución de una comunidad política nacional incluyente, convivente, respetuosa de las minorías no importando su magnitud, y ésta sólo la potencia una visión democrática liberal; tal comunidad se comenzó a construir a partir de los años 40 del siglo pasado, se consolidó y la disfrutamos a partir de los 70, y la perdimos en los 90.

Reabrirle el camino a esa opción, en medio de un régimen como el actual no es tarea fácil ni existe acuerdo entre los opositores que comparten esa meta general y sus valores y principios, acerca de qué hacer para alcanzarla. Mientras, la crisis hace estragos…

Imagen: Fuente externa