Vivimos un tiempo donde la visibilidad de nuestros puntos de vistas parece ser cada día más relevante, en la era de los llamados influencer, en una era donde la notoriedad ha sido democratizada a través de los medios digitales y el ser famoso ya no es cosa de pocos.

Es el tiempo de temas que se han vuelto tendencia y que claman por la titularidad. El rescate del medio ambiente, el uso razonable de los recursos, lo que comemos son algunos de ellos y cobran protagonismo en un lugar accesible para todos. Se establecen cruzadas a ver quien posee más atención y quien se redime más con la sensibilidad de la mayoría frente a estos tópicos, pero hasta qué punto esto es real, hasta qué punto estamos verdaderamente comprometidos y no sólo buscamos la aceptación y la visibilidad.

A mí me llama la atención uno en lo particular porque además me atañe directamente, la mujer y su papel en la política. Todas nos unimos en incontables cadenas por defender algo que es legítimo y necesario, el poder ser mujer en el siglo XXI y seguir ganando los espacios que queremos. Frente a esto todas nos hemos hecho voz por aquellas que no hablan, y hemos creado y compartido mensajes llenos de fuerza para para poder ser respetadas y tomadas en cuenta en el justo valor que merecemos. Pero además de replicar en nuestro Instagram mensajes de Igualdad, Respeto, Inclusión, ¿El Feminismo qué estamos haciendo realmente porque esto en la práctica se vuelva una realidad?

Todos sabemos que la política ha sido históricamente un medio de hombres, es tan así que muchos países han tenido que aprobar leyes para que la representación sea igualitaria, la misma cantidad de candidatos hombre que mujeres, debido a que sin la ley seguiríamos en la sombra, rellenando la agenda, organizando el partido, pero sin más.

Y aquí viene el centro de mi incomodidad, ¿qué estamos haciendo nosotras mismas en términos reales para que esto cambie, ¿qué le estamos dejando a nuestras herederas en esta lucha más allá de los millones de vídeos en instagram y Facebook, ¿Qué hacemos las que hemos llegado un poco más lejos del cerco que tenemos? ¿Cómo desarrollamos solidaridad para nuestras compañeras?, Somos capaces de integrar a más mujeres en nuestros propios equipos de trabajo?
La respuesta puede ser muy penosa o triste, nos seguimos viendo como competencia, seguimos sin echarnos una mano por miedo a que nos eclipsen, seguimos aferrándonos a una cultura donde las mujeres tenemos que enfrentarnos las unas a las otras, porque así nos enseñaron, debíamos ser mejor para conseguir al mejor marido, pero esa época está muy lejana ya. He ahí entonces el primer paso que debemos dar trabajar en la visión de nosotras como grupo que culturalmente nos han inculcado. Tenemos que ser capaces de pensar que el triunfo de una es el triunfo de todas, que la lucha no es por llegar al puesto y protegerlo, la lucha es que todas brillemos y alcancemos más puestos, debemos salir de la terrible carrera en la que nosotras somos los galgos distrayéndolos a ellos.

La mejor forma de feminismo que podemos comenzar a practicar es la de crear sororidad entre nosotras, es dejar atrás los tiempos de competencias, es abrir las puertas y ser promotoras de un verdadero cambio. No es aprobar una ley para que podamos ser candidatas en partes iguales, es poder destronar la cultura machista que sigue predominando en muchos espacios incluso en nuestro propio pensamiento. Actualmente somos las candidatas, pero detrás los líderes de los partidos continúan siendo hombres, hay asesoras mujeres, pero cuyos jefes siguen siendo hombres y mientras nosotras cuidemos los pequeños espacios como feudos que no pueden compartirse será difícil que lleguemos a asumir un verdadero rol protagónico en este medio. Entonces desde nosotras mismas debemos hacer la política femenina.