La manera en que se está moviendo la política hoy está generando polos extraños, dicotomías como globalización-nacionalismo, libertad-correción política, brexit-UE, China-EEUU, oriente-occidente lo cual nos obligan a redefinir identidades para no ser consumidos por una vorágine polarizante y fútil que raya en la irracionalidad.

Los DDHH, la institucionalidad democrática, la libertad, la igualdad, la laicidad y la racionalidad son, con todos sus bemoles, características propias de occidente, porque basta ver la democracia china, la igualdad árabe y la libertad rusa, para darnos cuenta que, aunque occidente esté muy mal por la vorágine polarizante, hoy pareciera seguir siendo el faro del mundo

La racionalidad pareciera estar ausente de la política, y esto no nos está llevando a ningún lado. Quedé ingratamente sorprendido por la velocidad con que líderes políticos se sumaron a la campaña de #LulaLivre en las RRSS, sin detenerse a evaluar lo delicado de la situación lo simbólico, y la responsabilidad o no que pudiese tener Lula en esa super trama de corrupción que implica Odebrecht, que salpica a todo el continente; pero del otro lado está #LulaNaCadeia y basta ver quienes impulsaban esa campaña, comenzando por el impresentable Bolsonaro, una persona que no cree en los DDHH y que hace apología de la dictadura y las fosas comunes, un personaje que no es un modelo de referencia para nada, pero que tiene eco nuevamente la irracionalidad se impone.

Hay líderazos responsables y racionales por un lado y viscerales e irresponsables por el otro los cuales generan solidaridades automáticas con otros liderazgos, dejando a la frágil institucionalidad de lado, pero si queremos apuntar hacia el desarrollo de nuestra región no podemos tener dobles raseros en la lucha contra la corrupción y la defensa de Derechos Humanos, ambos fundamentales para mejorar la calidad de nuestras democracias, no hay espacio para solidaridades automáticas, ya que esto impacta también en el resto de la sociedad, si los liderazgos toleran la corrupción y no le parece tan grave violar el Estado de Derecho y los DDHH de los adversarios ¿Por qué la gente no se tomaría la licencia de ser corrupto o pisotear al otro? Las acciones y opiniones, al final del día son el ejemplo mas tangible que tiene la gente de lo que debe ser o no, tanto en la política como en la vida, y ahí radica la pérdida de credibilidad de los líderes.

En los años 80 Venezuela vivió uno de los peores momentos de la democracia, donde se fundieron Estado-Partido como no había ocurrido antes (dentro del sistema democrático, claro está, ya que en las anteriores dictaduras había sido incluso peor), pero muchos, incluso hoy, visto los errores toleran y minimizan barraganas, colitas de PDVSA y “chequesitos” de despacho, porque “aquello palidece” ante la orgía de corrupción de la Venezuela actual, ahora bien, justificar esto ¿es política o mas bien anti-política?

En ese sentido es necesario hacer, tanto una revisión cómo un llamado de atención, y comenzar a respondernos ¿De qué lado estamos, de la complicidad o de la virtud? ¿Hasta que punto cuestionamos el latrocinio, hasta que punto estamos dispuestos a ponernos del lado de los corruptos y violadores de DDHH por el simple hecho de ser “los nuestros”? La corrupción de Lula, el racismo de Trump, las masacres de Ortega, la censura de Macri, la dictadura de Maduro, el gorilismo de Bolsonaro, la demagogia de AMLO, los falsos positivos de Uribe, y demás conductas son aceptables o repudiables dependiendo de la filiación que haya con respecto al “Foro de Sao Paulo”, espacio que, contrario a la Internacional Socialista, dista mucho de su compromiso por la institucionalidad democrática y la libertad, y ahí entran los cuestionadores cómplices.

Para los cuestionadores cómplices (que suelen hacer vida en el Foro de Sao Paulo) la cárcel a Leopoldo López tiene muchas “dudas razonables” pero la libertad de Lula es necesaria aunque sea sospechoso, cuando no, culpable. Para los cuestionadores cómplices, es válido que el SPD alemán sea quien sostenga el gobierno de derechas de Merkel, pero es una abominación que la socialdemocracia Argentina haga gobierno con Macri en “Cambiemos”, ni hablar de los purismos para referirse a la oposición venezolana como “la derecha”, por el simple hecho de adversar en conjunto un sistema asesino, sin hacer las mas mínimas distinciones.

Para los cuestionadores cómplices en Brasil hubo un golpe y hay una dictadura, pero lo de Venezuela es una exageración “porque los medios mienten”, en Honduras hay un proceso desestabilizador o “el despertar del pueblo” según el cristal con que se vea, ¡basta de solidaridades automáticas y cuestionadores cómplices! Porque sus consecuenciales maniqueísmos generan el germen de la incredulidad, del “que se vayan todos”; es decir, el germen de la anti-política.

Imagen: O Globo