Eloísa es una niña de solo 10 años, que cada día se levanta a las cinco de la mañana para ayudar a su mamá en un puesto de venta de empanadas en Puerto La Cruz. Tiene un hermano mayor, Kevin, que con 15 años ya maneja con destreza la llave de cruz y las máquinas de balanceo de una cauchera en la avenida Fuerzas Armadas de Barcelona.

Ambos deberían estar sentados en un pupitre, en una clase de geografía en quinto grado, y de física en cuarto año; pero no pueden hacerlo. No tuvieron elección. Empezaron a trabajar muy temprano para ayudar a Silvia, su madre, que desde hace tres años lucha sola para levantar a su familia, con mucho sacrificio y trabajo, como lo hacen miles de mujeres en Venezuela que también sacan adelante a sus hijos como cabeza de familia.

Eloísa y Kevin se merecen un mejor futuro. Se merecen asistir a una escuela y recibir una educación de calidad, que les sirva como una palanca de progreso para tener un trabajo digno. Ahora mismo hay dos millones de niños venezolanos que por falta de recursos están fuera del sistema educativo, o están a punto de desertar. Ellos son el corazón de la pobreza. Sufren un drama que se debe atender con urgencia.

Cada vez que comienza un nuevo periodo académico el debate público suele girar alrededor de las escuelas en mal estado y el costo de los útiles escolares. Ambos indicadores claves de la situación de nuestro sistema educativo, pero que no son más que causas de una dramática realidad: la deserción escolar.

Ese es uno de los problemas más graves del país y la causa de muchos de nuestros problemas. Nuestros niños se están quedando fuera del sistema educativo y algunos no tienen ni acceso.

Muchos factores conspiran para que ocurra esto. Como mencionamos anteriormente, el déficit de planteles educativos es un elemento clave. Se necesitan construir aproximadamente 5.000 nuevas infraestructuras dedicadas a todos los niveles. Esto, sin duda, es producto de la falta de planificación de un sistema fracasado que ya tiene casi dos décadas en el ejercicio del poder.

A este déficit se le suma el colapso de la infraestructura existente, otra muestra de la ineficiencia e incapacidad de esta dictadura, pero también de su corrupción: según distintas memorias y cuenta del Ministerio de Educación a lo largo de la última década solo se ejecutó el 6 por ciento (6%) de las escuelas que estaban en la programación para rehabilitar.

Por otro lado, hoy comprar los útiles escolares y uniformes representa un poco más de 8 sueldos mínimos. En ese sentido los integrantes de los hogares más humildes de nuestro país tienen que decidir entre “comer” o estudiar. Una decisión perversa y que viola los derechos más fundamentales de un ser humano.

Las soluciones van desde construir un sistema de aportes y subsidios directos a las familias de mayor pobreza con la condición de que los niños se mantengan en el sistema educativo, pasando por un plan nacional de infraestructura educativa, hasta la reivindicación de nuestros maestros y la formación de 250.000 nuevos educadores que hoy hacen falta. Pero lamentablemente esto no será posible si no cambiamos a un gobierno ineficiente, corrupto y antidemocrático.

Dicho esto, para nosotros el centro de la política educativa en los próximos años debe ser: 1. Garantizar que el estudiante pueda ir a la escuela; 2. Que la escuela tenga las condiciones de infraestructura necesarias; 3. Que el estudiante se encuentre con un buen maestro en el aula de clase.

Para abordar el problema de la permanencia, desde hace muchos años hemos analizado el fenómeno, estudiando en profundidad las soluciones que han sido exitosas en otros países (como Brasil, o México) y diseñamos el programa “Muéstrame tu Boleta”.

Es un plan de transferencia condicionada de recursos a las familias más necesitadas, que recibirán por cada niño una ayuda equivalente a 50 dólares mensuales si cumplen con una sola condición: que ese niño asista a la escuela. De esta manera, jóvenes como Eloísa o Kevin no tendrán que desertar de la escuela para sobrevivir económicamente; su familia tendrá una ayuda permanente, siempre que ellos asistan regularmente a clases.

Para atender a los 2 millones de niños detectados como objetivo prioritario del plan, se necesitan 1.200 millones de dólares al año. Eso es, por ejemplo, el equivalente a la cuarta parte de lo que compra en armas el Estado venezolano; o a los barriles de petróleo que le regalamos anualmente a Cuba.

El dinero se administrará desde el Fondo Solidario para la Seguridad Social y la Pobreza Extrema, proveniente del Fondo Patrimonial de los Venezolanos, que se nutrirá de recursos directos de nuestra renta petrolera.

El programa “Muéstrame tu Boleta” garantizará que el subsidio se asigne según el rendimiento escolar. De esta manera no solo estimulamos la permanencia en el sistema educativo, sino que otorgamos incentivos para maximizar el rendimiento de nuestros niños y jóvenes.

La implementación y seguimiento del plan en nuestro criterio debe estar coordinado desde las gobernaciones y las alcaldías, de manera descentralizada. La ejecución se hará maximizando eficiencia, sin partidización, involucrando también al sector privado a través de sus programas de responsabilidad social empresarial. Debe aplicarse un riguroso sistema de identificación de beneficiarios, y no habrá espacio para el fraude ni el ventajismo.

Asimismo, además de un programa de transferencias directas a una población objetivo claramente identificada con criterios de absoluta transparencia, ¿Cómo hacer para que nuestros niños adolescentes regresen a la escuela? Para empezar, la escuela tiene que ser la opción más atractiva que tengan.

De las 28.000 escuelas que hay en el país, sólo en 5.000 se pueden hacer estudios de bachillerato. Por eso entre sexto grado y primer año de bachillerato, en la edad más vulnerable de su desarrollo, miles de niños se ven forzados a mudarse de su comunidad para continuar el liceo o a abandonar el liceo para quedarse en su comunidad.

Venezuela necesita construir nuevas escuelas y liceos. Cálculos de expertos en educación indican que podemos resolver el déficit de escuelas y liceos en el país construyendo 500 anuales por 10 años. El Ministerio de Educación reportó que en 2015 construyó apenas 27 escuelas y en 2014, 17, un fracaso total y motivo de investigación en el futuro por incompetencia manifiesta en el ejercicio de la función pública.

Este plan de construir 500 escuelas anuales por 10 años, y la reparación de las escuelas existentes, debe ser no sólo un compromiso del Estado, sino de toda la sociedad venezolana. Escuelas con facilidades deportivas, con todos los servicios básicos funcionando, con buenos pupitres, con los elementos pedagógicos elementales para el profesor. No basta con decir que la educación es pública y obligatoria, debe ser pública y excelente para que todos nuestros muchachos disfruten estar allí y no elijan desertar y algunos delinquir.

Una infraestructura sólida es fundamental, pero no es suficiente. El centro del sistema educativo es el profesor. Y para que tengamos los profesores que nuestros alumnos necesitan, hay que darles a los profesores la remuneración y las condiciones que por tantos años se les han hecho esquivas.

El Estado venezolano tiene una deuda histórica con el magisterio, y esta deuda debe ser saldada. Es una deuda no sólo financiera. Hoy, un maestro gana apenas por encima del salario mínimo, y muchas veces por reglas burocráticas inútiles tenemos maestros ganando menos que el salario mínimo. Esto nos hace decir que no es el Estado el que está subsidiando la educación, son los maestros quienes la están subsidiando, llevando a cabo la labor que todos reconocemos como la más importante de la nación, con una remuneración a todas luces insuficiente.

Pero no sólo con un aumento de sueldo saldaremos esta deuda histórica. La educación en La Mejor Venezuela asumirá el compromiso de que ningún profesor será evaluado con criterios políticos sino sólo a través de sus méritos académicos. Tendremos mecanismos de ingreso y ascenso en el magisterio a través de concursos públicos, sin intervención partidista. El Estado debe comprometerse con la formación pedagógica del profesor, y por lo tanto relanzar y repotenciar el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio. El IPASME debe volver a su actividad de asegurar la previsión social del educador de manera efectiva, y por último, aunque no menos importante, se tiene que garantizar la libertad sindical y que más nunca en este país te obliguen a afiliarte a un sindicato por una tendencia política, o te penalicen por pertenecer a uno con una tendencia política distinta a la del patrono.

Estos compromisos serían un buen comienzo para la revalorización de nuestros educadores, pero no será suficiente si el compromiso lo asume el Estado Venezolano solamente. Toda la sociedad venezolana debe jugar un rol en la valorización de nuestros educadores. Uno de los mayores desafíos que nos dejan estos años de destrucción, ha sido la destrucción de la confianza entre nosotros. Ese quiebre de la confianza debe ser superado, y nadie mejor posicionado que nuestros educadores para ser quienes lleven la batuta en esta tarea. Juntos podemos volver a confiar.

Con una infraestructura integral y de calidad, y un excelente maestro en el aula, nuestros niños tendrán que superar sólo un obstáculo adicional: Llegar a la escuela.

Las dificultades en llegar físicamente a la escuela son un motivo importante de deserción.
Para esto, tenemos que considerar la creación de Rutas Escolares como línea estratégica fundamental del derecho de educación, y planificar y asignar recursos en consecuencia. Por otro lado, un incentivo muy valorado como lo es el Programa de Alimentación Escolar ha sido progresivamente desmantelado por este gobierno. Tenemos que relanzarlo y repotenciarlo para generar más incentivos a que nuestros muchachos vayan a la escuela.

Lo tenemos muy claro: es posible superar, de una vez y por todas, la pobreza en Venezuela. Ese es nuestro reto, la construcción de ese futuro de paz, bienestar y progreso que nuestros hijos se merecen. Fuerza y Fe, Venezuela.

Escrito por Leopoldo López el 25 de enero de 2017, desde la cárcel militar de Ramo Verde
Imagen: Kipupress