Para el Dr. José Félix Oletta, ex ministro de salud y una de las voces calificadas del sector en Venezuela, las tres necesidades básicas para que una persona tenga vida son el agua, la electricidad y la comida. Desde la perspectiva médica tener estos tres derechos cubiertos son responsabilidad directa del Estado. ¿Cómo aproximarnos a esta idea desde una perspectiva de desempeño amigable con el ambiente y de una transformación social-ecológica?

Muy importante que sea el agua la primera de las tres variables, el agua es la fuente de energía más básica, no tener agua inmoviliza, enferma y caotiza una sociedad, esta es una realidad no solo venezolana sino que padece el 40% de la población mundial según el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD). Ahora bien, ¿Qué sentido darle al agua en un contexto de proyecto extractivista de mega minería en el sur del país, el servicio de agua potable colapsado y sus consecuencias en enfermedades y morbi mortalidad?, la respuesta obliga a pensar el agua como un patrimonio natural que debemos proteger y cuidar por tener América Latina el 20% de las reservas de agua dulce mundial y Venezuela el tercer rio más caudaloso del mundo. Venezuela debe poner la mirada en el Orinoco, la Amazonia y sus ríos como un objetivo estratégico de protección y a partir de ahí colocar al agua potable como nuestro bien más preciado. No hacerlo es seguir afectando a nuestra sociedad, todo nos conducirá a la fuente donde proviene el recurso natural y en el caso venezolano eso nos lleva a centrar la mirada en la inevitable eliminación del Arco Minero y en el tratamiento de nuestras cuencas hidrográficas, embalses, plantas potabilizadoras, sistemas de bombeo, entre otros.

El sistema eléctrico en Venezuela está colapsado, basta con mirar las horas y días en que nuestras comunidades pasan sin luz y las consecuencias que genera para darle una importancia central al servicio público de energía eléctrica. En función de esa premisa nos preguntamos, ¿Es sostenible la generación del servicio eléctrico por la vía de la termoeléctrica y la transición energética global en marcha? De acuerdo a la normativa internacional de cambio climático y a la potencialidad de generación eléctrica en Venezuela, se hace imprescindible que Venezuela inicie la carrera por las energías renovables, no es la energía termoeléctrica (petróleo, gas natural o carbón) la que más se adapta al cambio climático. Eso no niega que debamos aprovechar los recursos de la termoeléctrica a corto plazo, pero extender por mucho tiempo un sistema de generación por esa vía compromete más nuestro ambiente, nuestros recursos de agua, suelo y aire. La radiación solar en nuestro país tiene un potencial de 6 kwh/m2, lo que nos coloca como un país premiun en potencial de acuerdo a SolarGis, destacando las zonas de Falcón, Zulia, El Tigre, Nueva Esparta y Guárico. El potencial eólico nos ubica en 468 W/m2 y 8.12 m/s, destacando los estados Falcón, Lara, Nueva Esparta. De acuerdo al ingeniero Jesús Gómez del grupo Orinoco, un potencial nada despreciable de aprovechar y utilizar para la generación eléctrica.

Sin agua y luz no es posible procesar los alimentos, fuente de energía para nuestras actividades cotidianas, hablar de alimentos es cuestionar la forma en la que producimos, distribuimos y consumimos estos. Los datos globales de desnutrición (795 millones de personas), hambruna (uno de cada cuatro personas pasa hambre en África y uno de cada tres en Asia), y retraso en el crecimiento (uno de cada cuatro niños en el mundo) siguen alarmando la forma como nos aproximamos a los alimentos y como se da la relación de países productores y consumidores. La situación en Venezuela no es menos grave, de acuerdo a la última encuesta Encovi, la situación de desigualdad e inequidad en la alimentación se acentúa, 80% de los hogares se encuentra en inseguridad alimentaria, 8,2 millones de personas ingieren dos o menos comidas al día, nueve de cada diez venezolanos no puede pagar su alimentación diaria y seis de cada diez venezolanos han perdido 11kg entre 2016 y 2017. ¿Cuál es el sistema de producción, distribución y consumo de alimentos al que debe caminar un país sostenible?

No hay manera de responder esa pregunta sino cuestionamos la agroindustria y su potencial daño de emisión de gas metano al planeta y deforestación, así como los monocultivos a gran escala de exportación y el uso de pesticidas, fertilizantes y transgénicos y su impacto en los suelos, de igual manera la persecución y desplazamientos que sufren las redes campesinas en el mundo y la necesidad de preservar sus semillas ancestrales y de producción local.

Veamos algunos datos, según ETC group, 78% de la producción de la cadena agroindustrial alimentaria se desperdicia y solamente 22% nutre verdaderamente a las personas, 25% de las tierras para cultivar son empleadas por campesinos y estas a su vez nutren al 70% de la población, la red campesina global usa aproximadamente 10% de la energía fósil y no más del 20% del agua que demanda la producción, con cero devastación de suelos y bosques. La agroindustria recibe fondos públicos y privados que alcanzan la cifra de 50 mil millones de dólares aproximadamente, mientras que la agroecología recibe apenas el 1%. El 80% de las semillas campesinas se compran localmente, una gran oportunidad para atacar la hambruna de los países que presentan las mayores tasas de desnutrición y conflictos por inseguridad alimentaria.

Revertir esta desigualdad es imprescindible, garantizar el agua, la electricidad y la comida luce un desafío venezolano al que todos los actores deben abocarse. Venezuela hoy carece de agua, electricidad, comida, salud, medicinas, transporte público, educación de calidad, políticas de equidad de género por solo mencionar algunas. Un gran pacto por los servicios públicos y los derechos humanos urge en Venezuela, trabajemos todos en esa dirección.

Imagen: Fuente externa